miércoles, 25 de mayo de 2016

la ficha del puzzle que faltaba

Me sentía vacía. Tan vacía por dentro como una muñeca de plástico. Y no por falta de sentimientos. Era esa sensación aterradora. Era una sensación horrible. No se la recomendaba a nadie. Me sentía sola, sin rumbo. Como si de la noche a la mañana todos mis planes se hubieran ido a la mierda. Como si no siguiese un plan. Que la idea que tenía antes de ayer de ‘Si no me sale el plan A, probemos con el plan B’ ayer no estaba en mi mente. Como si mi mente hubiera decidido descansar. Como si quisiera dejar de pensar en la realidad. No me encontraba triste. Pero tampoco alegre. Es como si hubiera querido hacer off y desconectar.
Sufría. Pero sufría en silencio. Y siempre lo había hecho así. A veces estaba triste pero sonriendo. Y otras veces… Pues otras veces ni estaba. Lloraba. Sí, a veces lloraba. Pero, ¿y qué? ¿Acaso tú no lloras? Pero ya no. Se acabaron. Sonreía por nada. Lloraba por nada. Vivía por nada. No tenía un camino firme. Había dejado de andar. Porque andar significaba sufrir. Y sufrir significaba que cada día se iba un trocito de mí.

Pero menos mal que existen esas personas. Que existen esas personas que creen en ti. Personas que están orgullosos de ti. Personas que te entienden. Personas que hacen que tu día a día sea, al menos, un poquito mejor. Personas que recolocan tu vida hecha puzzle; y, te ayudan a encontrar la siguiente ficha. La ficha de un puzzle, que tú mismo creías que no tenía solución. Pero no es así. Ellos la han encontrado. Me han dado un empujón hacia delante. Han encontrado la ficha que, personas, no me dejaban ver. Personas, que me tapaban los ojos con una venda, y me hacían ir hacia atrás. Pero ahora, ahora, mis miedos se han ido. Mis miedos se han ido y yo he vuelto con el doble de fuerzas. Con el doble de fuerzas, el doble de ganas y el doble de ilusión. 

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