De pequeña
siempre me decían que escribiese. Que escribiese poesías. Con sus rimas,
asonante y consonante, con su número de sílabas, que aprendiera a hacer tipos
de estrofas; y que luego me las aprendiese. No sabía ni por dónde empezar. Ni
siquiera que tema tratar.
Ahora es
diferente. Serán los años. O quizás las experiencias. O quién sabe si son por
las lecciones de tus fracasos. Pero ahora me dices que escriba una poesía, y
¡ya sé de qué hablar!
Empezaría
hablando sobre cómo me siento cuando estoy a tu lado. Sobre la comodidad y el
bienestar que haces pasar a las personas que están a tu lado. Sobre las risas
que consigues sacarme, a mi y al resto. Sobre la tranquilidad y la dulzura y a
la vez con un toque de viveza. Porque haces sentir vivo. Eso es poesía.
O quizás
empezaría hablando sobre tu mirada. Sobre lo que eres capaz de decirme cuando
me miras. Cuando hay un cruce de miradas, en el que alguno de los dos termina
quitando la vista. Sobre tus ojos, cristalinos pero a la vez tan opacos. Son un
claro reflejo de ti. Reflejo de lo que quieres transmitir. Reflejo de tus
dolores; y de tus alegrías. De las lágrimas que algún día vi caer. De las
lágrimas rebosadas de sentimientos, que brotaban al compás del reloj. Te podías
tirar noches llorando, que eso te hacía más fuerte. Y eso, también es poesía.
Hablaría
también de tu risa. De la cantidad de sensaciones que causas con sólo una
sonrisa. Que como dice Melendi, “con sólo una sonrisa, mi cabeza volvió loca”.
No había visto antes una sonrisa tan pura. Bueno sí, la de un niño cuando tiene
un juguete nuevo. Así era. Causaba sensaciones en quien la observaba. Pero era
frágil. Tan frágil como una flor. Pero era eterna. Siempre florecía; o eso le
querías enseñar al mundo. Y eso, también es poesía.
¿Cómo iba a
hablar de poesía si aún no te conocía? ¿Cómo iba a hablar de poesía si aún no
sabía el verdadero significado de querer? ¿Cómo iba a hablar de poesía si nunca
te había sentido tan cerca y tan lejos a la vez? ¿Cómo hablarles de poesía si
no tienen ni idea de lo que eres capaz? ¿Cómo hablarles de poesía si cada vez
que te intento describir me quedo sin palabras? ¿Cómo hablarles de poesía si no
tienen ni idea de querer?
Y la encontré. Entre
tus brazos. Entre tus brazos encontré la respuesta que llevaba buscando toda mi
vida. La respuesta a la cantidad de preguntas que me hacía día tras día. ¿Por
qué ellos conseguían escribir una poesía y yo no? Y ahí me di cuenta, eras tú.
Eras tú a quien necesitaba. Ellos escribían poesías. Pero yo me di cuenta de lo
que era realmente la poesía. Poesía no es escribir palabras aleatorias que
rimen entre ellas formando, quizás, una canción. En absoluto, mi poesía eres
tú. Tú y tu manía de dejarme sin palabras. Tú y tu risa. Tú y tu todo. Como mi
canción favorita en los días en los que sólo te apetece escuchar música. Pero
ahí encontré mi sitio. Entre tus brazos. Era mi hogar. ¡Vaya! Increíble la
cantidad de sentimientos a flor de piel que me dejabas. Teniendo respiración
contra respiración. Con el corazón en la mano y al aire libre. Dejándote el
poder de destruirme sabiendo que no lo harás. Buscando tu mirada. O quizás un
beso. Eso es poesía.